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TRES ÁRBOLES

Tres árboles bastaron, y unos rieles, para que el sitio recibiera un nombre. Sin fasto ni ceremonia, el hombre puso dos términos en los papeles: Taco Ralo. Marcaban solamente de dónde provendría la madera. Dicen que esa circunstancia ligera tuvo lugar en un puesto: El Veinte. Lo cierto es que sucedió más al norte. Aquí trazaron la primera calle. Un almacén, con su breve detalle de arreos, mostraría ya su porte. El monte de algarrobos y de ancoches por cercano sería misterioso. Lo poblaría el hombre caviloso y el que bajaba del tren por las noches. Vio la luna que alzaron un altillo, fundaron un club, una biblioteca; que el primer foco, en la tarde hueca, brilló como la flor del espinillo. Traspatios y frentes, lutos y fiestas; todo por fin quedó dispuesto. Sabido cada rostro, y cada cosa, ruido y silencio despoblaban las siestas. Un rumor de armas llegó con los años. Prolijamente lo cuenta la Historia, y en el pueblo, la con

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