"ALBERGUE TRANSITORIO" DE VERÓNICA RUSCIO
Experimentación formal y erotismo
El trabajo es un «proyecto
de literatura digital»
abierto, es decir, en construcción. No
es «un poemario
sobre un albergue transitorio»,
sino un albergue transitorio, un telo (argentinismo que sirvió de primer
título, y que Verónica cambió por el actual). El lugar o, mejor aún, su
representación, tiene la forma de una página web de un motel, cuyos enlaces «Turnos», «Habitaciones», «Promos», «Quiénes somos» y «Acerca de» hacen de capítulos que contienen
los poemas. De ellos, «Habitaciones» es el que más acentúa
esta idea de sitio en erección (nunca mejor dicho). Dividido en suites, contiene una serie de poemas con
títulos de habitaciones numeradas más un subtítulo. La numeración no es
correlativa y faltan números o habitaciones que sugieren esta incompletitud, lo
que lleva a pensar cuántas habitaciones o cuánto personal alcanzará a tener el
albergue.
Pese a
esta ordenación, la lectura de los poemas puede ser lineal, siguiendo el orden
de los enlaces, o laberíntica, con remisiones a otros poemas, a referencias
culturales alojadas en sitios externos e incluso a memes y gifs.
A
partir de estas características –combinación de video, texto, foto y audio–, los
poemas se alejan de la concepción de García Martín y se acercan a lo que se ha
dado en llamar «e-poetry», que podríamos traducir por «poesía electrónica» o
«poesía digital», llamada también «tecnopoesía» por Claudia Kozak,
investigadora argentina que la define como «ese espacio de confluencia asumida
y manifiesta entre poesía y tecnología». Para este tipo de poesía, «el
poeta debe saber escribir en código para fabricar (escribir) cada poema desde
el software que usa»,
según explica el teórico estadounidense Loss
Pequeño Glaizer. Se trata, en suma, y como señala Katherine Hayles, de una
literatura formada activamente por la digitalidad, en lugar de estar marcada
por ella.
Por ejemplo, «Habitación
4. Este mundo que nos tocó es binario, amor», es puro código binario, aunque no
lo es el enlace que reza «pero este amor no es binario» que remite a
«Habitación 4. Este mundo que nos tocó es binario, amor, pero besame igual»,
formado esta vez sí por palabras. Hay aquí un juego de apariencias a partir del
término binario que alude a un doble orden, el virtual y el real,
cuestionado desde la ternura y el lenguaje inclusivo – «fluyamos juntes», «brillemos
soles»–, que la poeta muestra con habilidad. (Un dato curioso: si nos tomamos
el trabajo de traducir el código binario del primer poema, sin usar el enlace
antes mencionado, podremos leer el segundo).
Otros poemas que juegan con lo tecnológico –no todos lo hacen– son «Día de los enamorados»,
con forma de volante publicitario; «Habitación 6. El origen del mundo» y sus
referencias a la pintura; «Habitación 18. El amor nos ha dejado ciegos», cuyo
texto apenas se nos revela; y «Habitación 32. ¿Hay match?», que incluye
lenguaje html. Quizá el acierto de Ruscio esté en no saturar de recursos
tecnológicos los poemas. Poeta diáfana y ajena a la pedantería verbal desde su
primer libro, Cuarto oscuro, propone en esta ocasión que el lector,
además de leer, interactúe para develar los significados del poema.
Con
estos elementos, Albergue… tiene mucho de erótico y, por eso, de lúdico.
El muchacho que se aleja del joven con el que se ha acostado, la dominatriz y
su firme discurso, el sexo sin amor de los casados –por parafrasear a Sabina–,
el que engaña a su esposa, las jóvenes a punto de acostarse, etc., son la
excusa para mostrar el miedo, la máscara, la certeza, el placer, la libertad que
brilla con intensidad de penumbra en las habitaciones. Por ejemplo: «Elegiste
una habitación sin mesa de luz. / Que no haya lugar / para apoyar las mentiras
/ después de / despertar». A la poeta le interesa narrar antes que describir,
aunque a veces también lo haga («Habitación 7. El clímax se toma su tiempo,
pero cuando llegue…»), pero esta vez no le basta la palabra, que no huye el
monólogo dramático; precisa, además, de otros recursos que amplíen o refuercen
el verso.
Por
último, es la primera vez que Ruscio, por el uso de lenguaje inclusivo, sienta
posición política, aunque no panfletaria, sobre un tema: la cuestión de género.
Su poesía no empieza y termina allí, y nunca lo ha hecho. Sus temas, como en la
buena poesía, trascienden lo urgente, lo que es de agradecer.
Verso libre y
cuidado, erotismo y experimentación podemos encontrar en este trabajo de una
poeta que crece sin prisa, pero sin pausa.